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A las escondidas


A las escondidas (por M. L. Ortega)

Había una vez una niña llamada María. María era una niña chiquita, flaca y pálida. Ella era simpática, amable, un poco traviesa y muy juguetona. Ella había cumplido nueve años en el verano del 2012. Durante el verano, a ella le encantaba jugar a las escondidas con su hermano y sus amigos. Ella se podía esconder en los lugares apretados o pequeños, donde los demás no cabían. María siempre ganaba el juego porque nunca la podían encontrar. Un día llegaron unos niños a jugar cerca de la casa de María y vinieron hacia la puerta de su casa. María abrió la puerta y los invitó adentro. Ellos querían jugar a las escondidas adentro de la casa. “Tú puedes contar hasta cien y luego puedes venir a buscarnos,” María le dijo a uno de ellos. Todos corrieron hacia los otros cuartos mientras el niño contaba. Algunos se escondieron en la sala, en el comedor y en el baño. Como María conocía la casa mejor que todos, ella decidió esconderse en un espacio vacío y pequeño. Caminó hacia el sótano de su casa, donde había muchos armarios donde se podía esconder. Podía oír al niño contando desde la puerta del sótano y ya había llegado a setenta y tres. María corrió hacia los armarios y se metió adentro de un armario negro y sucio. Adentro del armario había dos chaquetas manchadas y húmedas. En el piso del armario había un ratón muerto y en descomposición. María ya mero gritaba de horror, pero en ese momento el niño había parado de contar. María podía escuchar los pasillos del niño mientras caminaba por la casa y se aguantó el grito. Pasaron los minutos pero el niño todavía no había entrado adentro del sótano. Se sentía que pasaban minutos, horas, días, pero el niño todavía no llegaba a encontrarla. Desesperada de salirse del armario, María intentó abrir la puerta del armario pero la puerta no abría. María intentó varias veces salir del armario, pero no podía abrir la puerta. María empezó a gritar y llorar, esperando a que viniera alguien a ayudarla. Por horas ella gritaba y lloraba por auxilio pero no llegaba nadie. Los otros niños siguieron jugando a las escondidas toda la tarde. Por fin, a las cinco de la tarde, salieron de la casa los niños y caminaron hacia sus casas. Mientras caminaban, oyeron un llanto desesperado de la casa que habían dejado. Uno de los niños volvió hacia la casa y le dijo a otro niño, «Estábamos en esa casa abandonada toda la tarde y no se oía nada mientras estábamos jugando, pero ahora puedo oír el grito del espíritu de la casa. Hace muchos años, vivía una niña en esa casa llamada María que le gustaba jugar a las escondidas. Un día mientras ella jugaba con su hermano y sus amigos, desapareció y nunca la encontraron. No se sabe lo que le pasó. Yo creo que todavía está en la casa.» Los otros niños miraron hacia la casa con un poco de temor, luego corrieron hacia sus casas mientras que María, todavía atrapada en el armario, gritaba y lloraba por ayuda.

Copyright © Marybel Ortega November 2018


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